Es importante detenernos a definir que es conciencia para poder reflexionar sobre ella y unirla con la alimentación como se obtiene el beneficio. Se define en términos generales como el conocimiento que un ser tiene de sí mismo y de su entorno, pero también se refiere a la moral o bien a la recepción normal de los estímulos del interior y el exterior. Conscientĭa significa, literalmente, «con conocimiento» (del latín cum scientĭa).
De acuerdo a la definición anterior se reconoce como clave el conocimiento tanto del interior como del entorno que nos rodea y así desarrollar la forma de vida que nos puede o no ofrecer bienestar.
Al revisar que tan consiente es el alimentarnos observamos que vivimos en la gran mayoría de tanto afán con otras actividades que colocamos los momentos de alimentarnos en un segundo plano. Le prestemos muy poca atención a lo que comemos, cómo lo comemos, a qué hora y con quien compartimos. Iniciando por el desayuno en muchas de nuestras casas no se lleva acabo porque es muy temprano para hacerlo, no se tiene el tiempo; escasamente se toma una bebida porque hay que ir a estudiar o a trabajar.
En esta época de celebraciones pero de reflexiones para comenzar un nuevo año de sueños y compromisos es oportuno tener en cuenta las siguientes recomendaciones para que desarrolle la habilidad de ser “cociente de la alimentación” y su gran beneficio.
La moderación es la clave en lo que comemos. Los excesos como los déficit, son los enemigos número uno.
Nuestras abuelas cocinaban a fuego lento, se tomaban su tiempo cuando estaban en la cocina. Ésta forma de cocinar sin prisas, conseguía una auténtica alquimia de sabores y olores, al permitir que los jugos y aromas, se impregnaran entre sí, siendo una auténtica delicia para el olfato y el gusto.
Probemos cocinar con una intención de Amor, vamos a dedicarle el tiempo que merece, y seguro que nos sienta mucho mejor. Y mejor si se comparte en familia.
Permitirnos comer de una manera relajada, en un ambiente tranquilo, también facilita en gran medida la digestión y absorción previa de los nutrientes, y hace que realmente estemos conscientes de lo que comemos. Es preferible no comer, que comer discutiendo o presenciando situaciones desagradables.
Dentro de la serenidad a la hora de comer, se encuentra otro acto que también se vive desde una perspectiva mecánica: la masticación. Comer en familia, da tranquilidad pues como decían las abuelas, alrededor de la mesa se hace la familia.
George Ohsawa, fundador de la macrobiótica con la que trató muchas enfermedades con éxito, recomendaba masticar al menos 40 veces cada bocado. Decía: «Deben masticar los líquidos y beber los sólidos».
La masticación con conciencia nos permite que la comida sea una oportunidad para relajarnos, en el que estamos pendientes de lo que comemos y del efecto que lo que ingerimos tiene en nosotros: saborear realmente la comida y observar cuando estamos realmente llenos, e incluso, si nos está sentando bien. Si apenas masticamos, nos limitamos a engullir y el cerebro no toma conciencia de que estamos comiendo y por lo tanto es más difícil tener sensación de saciedad.
La masticación consciente es sinónimo de salud nutricional.
Deberíamos empezar a diferenciar cuando comemos con hambre, y cuando lo hacemos por ansiedad. Esto último es indicativo de que está pasando algo emocionalmente. Una garantía para que la comida siente bien, es comer con algo de hambre, relajada y moderadamente, como ya hemos comentado.
Cinco comidas al día, en forma equilibrada en donde la cena sea mesura, ya que el organismo dedica la noche a restablecer el gasto orgánico y energético del cuerpo y de la mente. Si nos acostamos en plena digestión la regeneración física y psicológica se empobrece notablemente, no siendo extraño que incluso tengamos pesadillas. Recordemos el dicho popular: «desayunar como rey, almorzar como príncipe y cenar como mendigo». Si vamos a realizar una cena muy abundante lo más apropiado sería hacerlo tres horas antes de acostarnos, habiendo hecho así la digestión.
Conclusión
Como vemos alimentarnos bien, con sentido común es muy fácil. Sólo tenemos que escuchar al cuerpo: siempre se va encargar de darnos las pautas de lo que le hace bien y lo que no. El alimento como la bebidas están a servicio de ofrecer el bienestar. La moderación es la clave y no hay alimento malo o bueno; son nuestros hábitos alimentarios adecuados que han sido forjados al tener conciencia de la alimentación como base del bienestar físico, mental y social.